Y vaya que podemos ser bastante estúpidos. O al menos, eso piensa Rantés (Hugo Soto), un muchacho extraño internado en un centro psiquiátrico, quien, por cierto, asegura haber venido de otro planeta. “Con razón lo tienen ahí”, pensarán ustedes. Pero, ¡oh, sorpresa!, en realidad no lo tienen ahí, sino que el mismo apareció allí de repente, un día. En realidad, este muchacho está muy cuerdo: de hecho, la mayoría del tiempo parece ser más racional que cualquiera de las personas “sanas” que aparecen en el film.
Nos encontramos ahora frente a un pequeño gran dilema. Cualquiera que diga ser un alien, debe estar loco, o ser un prófugo; pero una persona tan coherente como él, no puede ser de este planeta. ¡Pero qué diablos…! Si, es algo confuso. Nosotros tuvimos que ver esta película dos veces, y la segundo vez no la entendimos. Pero, tranquilos, el meollo de la cuestión no es ese.
El film explora cómo la gente utiliza una doble moral al actuar “en sociedad”, mostrando sentimientos falsos y ocultando los verdaderos, y como, a causa de ello, está siempre pronta a crearse prejuicios estúpidos acerca de los demás, lo cual le impide ver más allá de las meras apariencias. Esto fue lo que le impidió creer al Dr. Julio Denis (Lorenzo Quinteros) que detrás de un aparente loco, podía ocultarse una mente brillante, casi de otro mundo.
En fin, no quiero arruinarles la película entrando en detalles. Éste es un film para casi todos los gustos, que no se puede perder ninguna persona conciente de que Hollywood no es el único cine del mundo. Así que si una película con extraterrestres, locos bailando sinfonías de Beethoven, doctores haciendo autopsias y mujeres hermosas con saliva azul, no es suficiente para llamar tu atención, simplemente no tienes remedio. Mejor ve a acabar de freírte el cerebro viendo vampiritos afeminados y con brillitos (¡qué asco!).
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